miércoles, 17 de marzo de 2010

Ritos arqueológicos

A veces me pregunto como nos verán los habitantes del futuro cuando escarben entre los restos de nuestra civilización, digamos que dentro de una docenita de siglos. Viendo las pajas mentales que se montan los arqueólogos con las ruinas que localizan hoy día, me echo a temblar.

Pongamos un ejemplo práctico que a los arqueólogos (menos a Indiana Jones) les pone mucho, lo de los ritos funerarios. Cuando un arqueólogo encuentra una tumba, es como si le tocara la lotería: que si vasijas, que si ofrendas de flores, que si armas para que luchen en la otra vida… se montan unas películas alucinantes.

Imaginemos por un momento que somos un arqueólogo del siglo chopocientos desenterrando una de nuestras tumbas. ¿Qué conclusiones sacaría?. Vamos a verlo.

En primer lugar, el arqueólogo analizaría el lugar. Lo de los cementerios y sus nichos: puesto que vivimos en pisos, por supuesto el arqueólogo concluiría que esto de los nichos lo ideamos para simular la vivienda en la otra vida. Así que nuestra idea del paraíso es un bonito bloque de pisos. Y claro, como siempre, estarían los privilegiados con sus chalets, o sea las tumbas con lápida.

Y una vez abierto el nicho o tumba, el arqueólogo ya llegaría al orgasmo: un ataúd de madera. Y forrado con seda, con almohada, y blandito por dentro: puesto que creemos que el paraíso está en el cielo, es una forma de simular a los ángeles y las nubes, de que el difunto se garantice el paso al cielo, y no al infierno, porque ya lleva las algodonosas nubecitas de serie, y así se colaría sin llamar la atención entre las nubes de algodón del paraíso, bien camuflado, todo suave, todo blandito.... Sólo se extrañaría de no encontrar más arpas para que toquen con los angelotes entre las nubes.

Y ¿Qué decir de las galas de los difuntos? Ahí ya el arqueólogo alcanzará el nirvana. Vestidos con las mejores galas, como si fueran de fiesta, maquillados y con las joyas de toda la vida, sería imposible que no concluyera que se les vestía así porque en el cielo tenían entrevista directa con dios y queríamos que fueran guapos, o algo similar.

Quizá lo simplifico demasiado. Un arqueólogo jamás llegaría a conclusiones tan generalistas, no. Un arqueólogo de pro analizaría cada detalle para extraerle el máximo jugo. Por ejemplo: existencia o no de un anillo en la mano, si el anillo está a la izquierda o a la derecha, para indicar la categoría social, si la presencia de medallita es sólo para personas que murieron jóvenes, la vital importancia de tener o no pañuelo doblado en el bolsillo de la chaqueta, y su repercusión en el futuro destino de ultratumba del difunto… eso es lo que haría un buen arqueólogo.

Aunque también es posible que el pobre arqueólogo de con una tumba a cuyo cadáver se le haya practicado una autopsia y concluya entonces que practicábamos sacrificios rituales en los que extraíamos los órganos a nuestras víctimas para ofrecerlos a algún dios sanguinario. El destino de los órganos es algo que ya no puedo ni imaginar: ¿creería que nos los comemos, que los quemamos, que los enterramos aparte como castigo a la infortunada víctima? Tendría que preguntar a algún arqueólogo, que es el único que tiene una mente lo suficientemente retorcida para imaginarlo.

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