sábado, 13 de marzo de 2010

La vida y la muerte, dos caras y una misma moneda

Por desgracia, en la familia hemos tenido que enfrentar recientemente el tema de la muerte. Y no estábamos preparados.

La muerte es uno de los pocos temas que sigue siendo tabú en nuestra sociedad. No se le puede decir a nadie que se va a morir, especialmente si está enfermo, ni hablar de “cuando te mueras voy a…”. Está mal visto. Y sin embargo es una de las pocas cosas ciertas en este mundo: todos, un día u otro, moriremos.

Creo que deberíamos dar un paso atrás respecto a este tema de la muerte, ponerlo en perspectiva y preguntarnos qué es lo que tiene que tanto nos asusta. Y sobre todo, pensar en cómo estamos educando a las generaciones futuras, las primeras que no van a ver jamás la muerte en directo hasta que les llegue su hora.

Enseñamos a los niños a ser educados, a pensar por sí mismos, a controlar la natalidad… pero no les hablamos de la muerte. Les hemos robado la experiencia, no ya de ver la muerte, como antaño se hacía cuando los abuelos morían en casa (no como ahora, en los hospitales) sino incluso del impacto que la muerte tiene en nosotros.

¿Porqué no se le puede decir a un niño “estoy muy triste porque tu abuelo va a morir, y le echaré de menos”? Los niños no son ni de lejos tan frágiles como creemos, y son mucho más capaces que nosotros los adultos de mirar las cosas sin prejuicios. ¿Tan buenas son las mentiras piadosas? ¿Les estamos haciendo un favor a nuestros niños evitándoles enfrentarse a la realidad de la muerte, o nos estamos escaqueando de nuestra responsabilidad para con ellos en este tema, para evitar una situación triste y difícil?. Nada de lo que hagamos les podrá evitar la tristeza de perder a sus seres queridos, o de morir ellos mismos algún día. ¿Estarán preparados para afrontarlo?

¿No sería mejor echarle valor y mirar a la muerte a la cara?.

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